Aquí os presento a mi “Venus de Estepona”. La pinté hace ya varios años, a petición de un concejal de la corporación de ese municipio. No hablamos de precios, ni de estilos o técnicas pictóricas. A mi libre interpretación artística y sin compromiso de precios ni de modelos. Yo soy pintora porque me gusta y porque me hace feliz. Así de simple. No soy profesional del arte ni vivo de él, aunque mis obras estén a la venta. Sin menospreciar a los profesionales, ellos y los que pintamos por amor al arte, somos diferentes. Ninguno es más que el otro. Lo que buscamos los que no vivimos de nuestra obra, es simplemente mostrarla; que la gente la vea para compartir nuestras sensaciones y la impresión que nos ha causado la belleza, cuando la hemos detectado e intentado plasmar en un lienzo. Por ese motivo, mi intención con la Venus era regalarla al municipio, como he hecho siempre, en lugares oficiales y públicos. Una vez acabado el trabajo, se lo mostré a dicho concejal; y le puso pegas. Decía que no se veía la piedra de 5 centímetros, que se había encontrado en Estepona, en unas excavaciones. De valor arqueológico incalculable, pero una piedra de la que yo no conocía ni su existencia. Me dijo que le bastaba con que pintara la piedra en el suelo, o colgada en el cuello de mi Venus. Le contesté que yo veía una Venus como una alegoría de belleza y sensualidad, que hiciera sentir al espectador como un remanso de paz y refugio del guerrero. Y eso era lo que yo había intentado expresar en mi pintura. De haber sabido que lo que quería, era que pintara una piedra, y me lo hubiera dicho, yo no hubiera aceptado el encargo; porque yo no pinto piedras. Y eso es lo que debía de haber hecho. No aceptar el encargo. Porque este es mi segundo desacuerdo con políticos que, ya en su momento, me demostraron que el arte y la política son incompatibles, por más que los agites. Como el agua y el aceite. Los unos sueñan con una sala repleta de espectadores disfrutando sus pinturas, los otros sueñan con un colegio electoral abarrotado de votantes, metiendo papeletas de su partido en las urnas. Mientras para un artista, una Venus es una diosa, para un político una Venus es una piedra. Dicho esto, mi querida “Venus de Estepona” la regalo a cualquier institución o edificio público, que desee colgarla en sus paredes, con la única condición de que venga a buscarla.
viernes, 12 de julio de 2024
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